El 7 de abril de 1932,
Arcicollar fue noticia de primera página de la prensa provincial con un
suceso anunciado así: “En una reunión de patronos y obreros, que negociaban las
bases de trabajo, uno de aquellos dispara inopinadamente sobre un grupo y deja
heridas a tres personas, entre ellas el alcalde de la localidad y su hermano”.
La explicación a este suceso debemos buscarla
en el inició de la Reforma Agraria, con la entrada en vigor de la Ley de
Términos municipales y la de Jurados mixtos, impulsada por Largo Caballero.
Ahora, los patronos ya no podían campear a sus anchas como en la Dictadura de
Primo de Rivera, pues tenían que sentarse a negociar las condiciones laborales
con los sindicatos agrarios.
Ocurrió que en la terminación de una de estas
asambleas, en la puerta del Ayuntamiento, en presencia del delegado
gubernativo, los participantes salieron a la calle y uno de los propietarios,
Martín López Agudo, se alarmó al ver a un nutrido grupo de obreros esperando el
resultado de las negociaciones. Este requirió al alcalde que garantizase su
seguridad personal y la de sus compañeros. El primer edil aceptó y requirió al
público, con su bastón de mando en mano, para que se disolviese la multitud
entre las que se encontraban mujeres y niños.
Mientras tanto, el señor López Agudo, excitado, volvió al Consistorio,
donde aún se encontraba el presidente de la Patronal, con el que dialogó unos
momentos. Acto seguido, empuñando una pistola, salió a la calle para hacer
fuego contra las personas que aún quedaban en la puerta. De manera inmediata
llegó al Guardia Civil que realizó varios disparos al aire para acabar de
dispersan a los manifestantes.
El alcalde, Eugenio Pantoja Moreno, con
herida de bala en el muslo, su hermano
Félix, con fractura del fémur por orificio de bala, y el cuñado de ambos,
Gervasio Sánchez Sánchez, presidente de la Sociedad Obrera, con fractura de
tibia, fueron trasladados a Toledo. Este último quedó ligeramente cojo para
toda su vida. Sin embargo, la versión que la esposa del agresor, Emilia Agudo
López, daba a los Tribunales Militares que juzgaron a los tres heridos al
acabar la guerra fue muy diferente: “Mi marido hizo uso de la pistola en
legítima defensa, dejando cojo a Gervasio. Pero después fue objeto de continuas
amenazas hasta que, una vez estallada la guerra, fue asesinado por aquel”. Sin embargo, según la
prensa católica no existió defensa propia alguna por parte del autor de los
disparos del que afirmó estar “afiliado a un partido radical”. Para el
periódico “El Castellano”, el culpable debió actuar con mayor serenidad, como
lo hizo el delegado gubernativo y demás autoridades presentes, a pesar de que
la multitud estuviera crispada. (1)
(1) Periódico “El
Castellano”, nº 7.154 y 7.155, jueves y viernes, 7 y 8 de abril de 1932.
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