LA LLEGADA DE LAS TROPAS NACIONALES A SANTA OLALLA.-
La localidad de Santa Olalla quedó casi
desierta de habitantes aquel 20 de septiembre de 1936. La mayoría habían
emigrado para nunca más volver, sobre todo los que ostentaron algún cargo
público o habían participado indirectamente en algún delito de sangre. Otros,
incluso de ideología conservadora, simplemente se marcharon ante el temor a los
aguerridos moros. Según La Causa General, de 3.078 habitantes
que había censados, sólo quedaron 400 para recibir a las tropas nacionales. A
ello contribuyó el desánimo de todos los
vecinos, de ambas ideologías, cuando se enteraron de lo ocurrido días atrás en
El Casar de Escalona.
En la retina de
aquellas personas que recibieron a las tropas de Yagüe, aquel 20 de septiembre,
a las 14,30 horas, ha quedado grabado el montón de ruinas a que quedaron
reducidas parte las casas del pueblo, fruto de la batalla aérea librada por
aquellas fechas.
No hubo
fusilamiento o represión inmediata como sucedió en otros pueblos. En Santa
Olalla, a pesar de los asesinatos ocurridos semanas atrás, los aguerridos moros
no tuvieron con quien saciar sus ansias de venganza, un poco aplacadas ya por
los sucesos ocurridos el día antes en El Casar de Escalona.
Corresponsales de guerra y periodistas extranjeros acompañaban a
las columnas africanas. Uno de ellos, John T. Whitaquer, se ganó la confianza
de Yagüe, quien le ayudó a sortear los rígidos controles impuestos a la mayoría
de los corresponsales de países democráticos. Solo les permitían llegar al
frente una vez concluida la batalla y siempre escoltados por el jefe de prensa
de Franco. Pero este redactor debió transmitir por error una noticia equivocada
que el historiador Paul Preston ha transcrito en su libro El holocausto español:
“Nunca olvidaré el momento
en que presencié la ejecución en masa de los prisioneros. Me encontraba en la
calle Mayor de Santa Olalla cuando llegaron siete camiones cargados de
milicianos. Los hicieron bajar y los amontonaron como a un rebaño. Tenían ese
aspecto apático, exhausto y derrotado de los soldados que ya no pueden resistir
por más tiempo el vapuleo de las bombas alemanas. La mayoría de ellos llevaba
en las manos una toalla o una camisa sucia: las banderas blancas con las que
señalaban su rendición. Dos oficiales de Franco les ofrecieron cigarrillos y
algunos prisioneros se echaron a reír como niños acobardados al fumar su primer
cigarro en varias semanas. De repente, un oficial me agarró del brazo y me
dijo: "Es hora de marcharse de aquí". Frente a los amontonados
prisioneros, unos 600 hombres, unos Regulares empezaron a montar sus
ametralladoras. Los prisioneros los vieron igual que los vi yo. Temblaron al
unísono cuando los que estaban en primera fila, enmudecidos por el pánico,
retrocedieron, pálidos y con los ojos desorbitados, aterrorizados”. (1)
Pero esta información no
es correcta. Las únicas atrocidades que se recuerdan en Santa Olalla son las ya
citadas de El Casar de Escalona, donde el número de muertos en el campo de
batalla sí pudo aproximarse a esa cifra de 600 republicanos. Alguien, Preston o
Whitaker, debió confundir la localidad y la forma en que ocurrieron los hechos.
En la comarca de Torrijos no se tiene constancia de una masacre en masa de esa
magnitud. (2)
(1) Preston, Paul: El
holocausto español, Op. Cit, p.
488. Tomado de Whitaker, We Cannot Escape History, pp. 111-112; Whitaker,
"Preludi to World War: A Witness from Spain", Foreign Affairs, vol 21, nº 1, October, 1942, pp 105-106.
(2) Morales Gutiérrez, Juan Antonio: La Segunda República y Guerra Civil en Santa Olalla; Editorial
Ledoria, Toledo 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario