Escaramuza de algunos milicianos junto a la Iglesia de San Pedro, en Santa Olalla. Verano de 1936. Imagen cedida por Roberto Félix. |
SUBLEVACIÓN MILITAR Y REVOLUCIÓN POPULAR.
El golpe militar fracasó en algunos sitios y
triunfó en otros, dividendo al país. La gran paradoja consistió en que el
levantamiento militar, que supuestamente pretendía evitar una revolución en
ciernes, lo que hizo realmente fue provocarla. Por ello, en aquel verano del
1936, la revolución desató en la retaguardia (y Santa Olalla estaba en esa
zona) una represión indiscriminada sobre personas sospechosas de colaborar con
los rebeldes o simplemente de simpatizantes de derechas, entre los que se
incluyó el clero. Otros muchos asesinatos no tuvieron motivación política y
fueron simples ajustes de cuentas particulares, como el perpetrado contra Juan
Sánchez, El Panadero, a manos de
Eugenio Collado.
Aunque semanas atrás el gobernador había
ordenado la retirada de armamento de toda la provincia, "el 18 de julio de
1936 había en Santa Olalla 45 derechistas con armas, pero la izquierda tomó el
poder”, según refería la propia Causa General. La orden de embargo de armamento
fue dada por el alcalde Lorenzo Navarro a dos miembros del Comité: Bartolomé
Rayón Montoro y Timoteo Recio, quienes requisaron varias pistolas y bastante
munición, así como un rifle a Luís Hierro Hierro antes de su huida de la villa.
Pero la casi totalidad del material no pudo ser requisado porque fue soterrado
previamente en el corral de José Vélez. (1)
Esta circunstancia de no apoyar a la rebelión
fue común en toda la comarca, a excepción de La Torre de Esteban de Hambrán
donde un nutrido grupo de vecinos se amotinaron en torno a su líder, Juan Aguado,
jefe de Falange, que tenía armamento escondido para tal fin.
En Santa Olalla, las familias Hierro, Vélez,
Sánchez de Rivera o Salamanca, únicas que podían haber optado por la misma vía
utilizada en La Torre, prefirieron la sumisión o la huida inmediata de la
villa, como el caso de Ángel Gómez de Agüero Vélez, afiliado a Falange, que
escapó atemorizado hasta Talavera de la Reina donde sería asesinado por
convecinos que se desplazaron hasta la ciudad de la cerámica para tal fin. De
igual manera, Pedro Hierro Hierro, el hombre más buscado, desapareció el mismo
día 18 de julio con dirección hacia La Adrada (Ávila), donde permaneció unos
días para después refugiarse en Madrid. Aunque semanas después sería detenido y
conducido a la prisión de Alicante donde permanecería hasta su fuga en 1938.
Volvió a la capital de España y aquí permaneció escondido, hasta que finalizó
la contienda, gracias a la ayuda que le prestó un obrero del campo que trabajó
en sus fincas durante más de 12 años, Alfonso Benayas Aguilar. Este fiel
servidor llevaba comida todos los días, sin ser visto, al escondite donde
estaba su antiguo patrono en la capital. Pero años después, al acabar la
contienda, la familia Hierro devolvió el favor a su leal empleado juzgado por
los tribunales militares por su condición de miembro de la Sociedad Obrera La Palanca y haber participado en
huelgas y manifestaciones. Los informes y avales de Pedro Hierro fueron
suficientes para que, en 1943, el tribunal militar ordenara sobreseer sin
cargos la causa seguida contra Alfonso Benayas. (2)
Los elementos conservadores no se arriesgaron
a secundar el levantamiento porque sabían que no tendrían el apoyo de una
población, en su mayoría de izquierdas y que votó al PSOE en las últimas
elecciones generales celebradas en febrero. Santa Olalla se había quedado sin
Guardia Civil que pudiera impedir tales atropellos. Éste fue el alto precio que
se pagó para que triunfara la sublevación en la Ciudad Imperial ya que el orden
público en los pueblos quedó a merced de los Comités del Frente Popular.
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(1) (2) Morales Gutiérrez, Juan Antonio; La Segunda República y Guerra Civil en Santa Olalla; Editorial Ledoria; Toledo 2016.
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(1) (2) Morales Gutiérrez, Juan Antonio; La Segunda República y Guerra Civil en Santa Olalla; Editorial Ledoria; Toledo 2016.
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