Julia Jiménez Prieto |
Aldea en Cabo. Testimonio de Julia Jiménez Prieto(1926- ).
Recuerdo una infancia feliz en este bonito pueblo, con verdes montes y traslúcidas aguas en sus arroyos, donde conocí a mi marido: Basiliso. Este llegó a Aldea en Cabo a ejercer su profesión de practicante y aquí nos casamos. Celebramos el matrimonio con mucha devoción, por que somos muy católicos. Era costumbre que el desposado regalara, públicamente, algún presente a su prometida anunciándolo de esta manera: “¡A la novia la bailo, una fanega de trigo!; “o un cerdo, o una vaca etc”. Los invitados nos cantaron la canción típica en estas ocasiones: "Qué contenta está la novia// porque tiene casa nueva//más contento estará el novio//porque va a dormir con ella".
Al escritor Jacinto Benavente le gustaba venir mucho por Aldea en Cabo y aún se conserva, casi abandonado y en mal estado, el caserón donde pasaba largas temporadas: “Villa Rosario”, nombre de su hija adoptiva. De la paternidad de esta niña, que luego fue la heredera universal de la extensa fortuna de don Jacinto, y la vida amorosa del Nóbel de literatura, prefiero no hablar porque soy muy respetuosa con la vida íntima de los demás.
Esta residencia estaba siempre tupida como un vergel, sembrada de lilas y claveles que la adornaban. En ella escribió obras tan importantes como La Malquerida, Intereses Creados y Señora Ama. Muchos de los personajes de estos libros, como mi abuelo Agustín Prieto, eran vecinos del pueblo conocidos por todos.
Era don Jacinto persona generosa y dadivosa. Fue invitado a algunas de las bodas que tuvieron lugar en Aldea en Cabo, entre ellas la de mi madre. En todas y cada una de ellas su dádiva era una moneda de veinticinco pesetas. Al final del banquete siempre se cantaban coplas y, en una de ellas, los invitados pidieron a don Jacinto que cantara. Él trató de excusarse diciendo que no sabía cantar, pero los aldeanos reiteraban de tal forma su insistencia que por fin don Jacinto cantó una canción cuya letra me contó mi madre, pero no recuerdo ahora porque es un poco grosera.
Era don Jacinto persona generosa y dadivosa. Fue invitado a algunas de las bodas que tuvieron lugar en Aldea en Cabo, entre ellas la de mi madre. En todas y cada una de ellas su dádiva era una moneda de veinticinco pesetas. Al final del banquete siempre se cantaban coplas y, en una de ellas, los invitados pidieron a don Jacinto que cantara. Él trató de excusarse diciendo que no sabía cantar, pero los aldeanos reiteraban de tal forma su insistencia que por fin don Jacinto cantó una canción cuya letra me contó mi madre, pero no recuerdo ahora porque es un poco grosera.
Jacinto Benavente. |
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