PRIMER BIENIO REPUBLICANO EN GERINDOTE (1931-1933)
El cambio de régimen que todos añoraban se
realizó sin grandes traumas en Gerindote. Las elecciones municipales del 12 de
abril de 1931 significaron el fin de la monarquía de Alfonso XIII y la
proclamación de la Segunda República en España. Esta convocatoria electoral se
convirtió en un verdadero plebiscito acerca del régimen político: monarquía o
república; algo que en principio no estaba previsto. Los monárquicos sufrieron
una fuerte derrota en las ciudades, pero no en las zonas rurales. En realidad,
en los pueblos pequeños las elecciones no tuvieron un marcado cariz político,
sino más bien administrativo. De ahí que en muchos ayuntamientos los concejales
fueran nombrados por el artículo 29 de la ley electoral. Se presentaban igual
número de candidatos que de concejales correspondían al municipio y ya no era
necesario votar
La población de Gerindote
vivió la proclamación de la II República con gran expectación y la bandera
tricolor ondeó en un ayuntamiento que, durante las primeras semanas, fue
gobernado por un terrateniente monárquico: Juan Francisco Sánchez de Rivera.
El último alcalde del reinado de Alfonso
XIII, Valentín Rodríguez Gómez Olmedo,
junto con sus hermanos, Sebastián y Federico, se presentaron a las elecciones
del 12 de abril de 1931 en compañía de los mayores hacendados de la localidad,
entre ellos el señor Sánchez de Rivera.
Estos viejos dinásticos tenían como
únicos rivales políticos a la
candidatura republica-socialista que, después de tantos años de dictadura,
también aspiraban a aproximarse a la Corporación. Pero sus líderes, Cipriano
Gutiérrez y Adrián Rodríguez Calvo, eran aún inexpertos. Ignoraban los
entresijos de la política municipal porque durante la anterior etapa
absolutista no tuvieron oportunidad de acceder al Ayuntamiento. Pero, como en tantos pueblos de la
provincia, no se celebraron elecciones y los candidatos se trasformaron en
concejales. Al ser los conservadores mayoría designaron como alcalde a Juan
Francisco Sánchez de Rivera.(1)
Pero el día 20 de
abril de 1931, el gobernador publicó en el
Boletín Oficial de la Provincia la siguiente notificación:
Según instrucciones recibidas del
Gobierno de la República, ante las protestas y reclamaciones formuladas, en las
localidades toledanas donde se hayan falseado las elecciones municipales,
deberán ser impugnadas antes del día 25 de los corrientes, acompañado los
medios de prueba en que se fundamente la misma.
En más de setenta
localidades toledanas que impugnaron el resultado, se repitieron elecciones el
día 31 de mayo de 1931. La izquierda gerindotana no estuvo atenta a los plazos
establecidos, o por cualquier otro motivo, no formularon la preceptiva
alegación para repetir los comicios. Por ello siguió como alcalde el señor Sánchez
de Rivera, aunque su efímero mandato duraría sólo unas semanas.
El 27 de junio de
1931, el primer mandatario municipal fue obligado a dimitir ante la
presión de la Sociedad Obrera La Unión, a cuyo frente se encontraba el
moderado socialista Cipriano Gutiérrez Martín, quien sería su sustituto. Al
igual que su antecesor, ninguno de los dos fue elegido democráticamente por el
pueblo. (2)
Este extemporáneo
cambio de alcalde reflejaba el sentir de la población, en su mayoría jornaleros
del campo. Sin embargo, las maneras empleadas por estos obreros para provocar
su renuncia, empuñando hoces y bieldos en la puerta del domicilio del primer
edil, sólo son entendibles desde el convulso contexto histórico en el que se
produjeron.
Gerindote
era un pueblo, como la mayoría de la provincia, con grandes desigualdades
económicas y altas tasas de analfabetismo. Estas disparidades sociales
alimentaron el resentimiento de los más pobres dedicados al trabajo temporal en
el campo, con graves problemas de subsistencia y con 400 de ellos en paro. Una
tierra, en su mayoría, propiedad de aristocráticas familias forasteras que sólo
pasaban por Gerindote para buscar ojeadores para sus cacerías. También el
primer edil saliente, perteneciente a la adinerada familia Sánchez Rivera, era
titular de la extensa finca La Casa Nueva.
Y un pariente de éste, Eduardo Díaz Prieto, presumía “de que montado en su
caballo podía desplazarse desde Gerindote hasta Albarreal de Tajo sin atravesar
otras fincas que no fueran de su propiedad”.(3)
En Gerindote la propiedad de la tierra
marcaba las diferencias sociales. En esta localidad un 71% de la población
(2.129 habitantes en 1930) trabajaba para la agricultura y ganadería, y un 61,5% era mano de obra asalariada. Un
jornalero con azada ganaba cinco pesetas diarias (aproximadamente lo que
costaba una arroba de garbanzos). La legislación republicana trató de paliar
este problema.
La República
promulga las primeras normas de su Reforma Agraria con la finalidad paliar esta
desigual distribución de la tierra. El decreto de Arrendamientos Colectivos, de
mayo de 1931, es acogido en Gerindote con la esperanza de dar solución al desempleo. Acogiéndose al mismo, el Ayuntamiento
acuerda en pleno el arrendamiento de las fincas La Dehesilla, propiedad del duque de Teba; Azoberín, cuyo titular era Caslos F. Falcó Stuart, duque de
Peñaranda y otras de Arturo Taramonas. Se hicieron lotes de 30 fanegas, además
de una yunta de mulas y aperos, para que fueran explotadas por setenta
trabajadores pertenecientes a la Sociedad Obrera. Esta experiencia comunitaria
se mantuvo hasta 1936, a pesar de que en 1934 existió una Corporación presidida
por Pedro Rivera, de signo político contrario.(4)
El máximo mandatario municipal, Cipriano Gutiérrez, bajo cuyo
gobierno se potenciaron estos avances laborales fue un gran impulsor de la
reforma agraria en la villa, que tanto favoreció a los braceros del campo. Pero
éste prudente alcalde, propietario de clase media, antiguo miembro del Somatén,
católico y padre de diez hijos, pronto se vería sobrepasado por los
vertiginosos cambios que la República iba impulsando.
Los jornaleros de la Sociedad Obrera, y sus
dirigentes, a cuyo frente ya se encontraba Adrián Rodríguez, querían una perfecta sincronización entre
ésta y la Corporación municipal. Y sobre todo desean eludir al secretario
titular del Ayuntamiento, Manuel Ipola, de ideología política contraria. Sin
embargo, Cipriano no era de esa opinión. Quería evitar, sin conseguirlo, por
ello presentó su dimisión, que las decisiones municipales se tomaran en el
Ayuntamiento y no en la sede de la Casa
del Pueblo, a pesar del estorbo que para todos suponía la presencia del
secretario derechista.(5)
Tenía Adrián Rodríguez 48 años y ocho hijos a los que
alimentar cuando llegó a la alcaldía de Gerindote a finales de 1932. Este
obrero del campo, socialista convencido, era el líder indiscutible de la
izquierda gerindotana. Pero el talante moderado y pacificador del nuevo primer
edil no pudo evitar pequeños enfrentamiento que El Castellano, narraba así:
“El vecino de Gerindote
José Marugán Rivera ha denunciado a la Guardia civil que cuando iba a trabajar
a la finca La Casa Nueva fue
coaccionado por sus paisanos. Éstos, Juan Rivera Garoz, Críspulo Pulido Molina,
Clemente Rodríguez Rodríguez, Julián Béjar Ceneda y Carlos González Calvo
fueron detenidos por apalear al denunciante. Se afirma que los promotores del
hecho son los dirigentes de la Sociedad
Obrera. Todos estos incitaban a proceder contra los obreros que se
negaban a asociarse a la misma, como en el presente caso”. (6)
La explicación a este suceso debemos buscarla
en el decreto de Arrendamiento Colectivos que el Ministro de Trabajo, Largo
Caballero, promulgo para intentar atajar el problema agrario. Se establecía que
las Sociedades Obreras legalmente constituidas podían concertar un contrato de
arrendamiento colectivo. A la vista de
la citada norma, el obrero agrícola ya tenía otra obligación más, la de
afiliarse a las Sociedades Obreras para poderse beneficiar de aquella. Esta fue una leyenda negra
que siempre persiguió a Largo Caballero durante el primer bienio republicano,
que atribuía a sus reformas el propósito de favorecer a la UGT y hacer del
sindicato socialista una agencia de colocación encubierta.
En el año 1932, otra manifestación obrera
acabó en la plaza de Gerindote, frente a la fachada del caserón del derechista
Pedro Vázquez. Éste, junto su hermano Avilio, se parapetaron con armas de fuego
en sendas ventanas para amedrentar a los manifestantes que, pertrechados con
bieldos y hoces, arrojaban piedras a la fachada de su vivienda. Como hubo un
herido leve, los autores fueron detenidos y, andando, conducidos por la Guardia
Civil hasta Torrijos, ante la alegría de los huelguistas.(7)
Otras veces eran
los patronos quienes provocaban los conflictos. El gobernador de Toledo, en
enero 1932, propuso la imposición de una multa de 1.000 pesetas a varios
propietarios de Gerindote por desobedecer un acuerdo sobre jornales aceptado
por la representación patronal. Los sancionados eran: el ex alcalde Juan
Francisco Sánchez de Rivera, Dorotea Navarro, Eusebio Martín, Lucio Rodríguez,
Epifanio Díaz, Dionisio Rodríguez, Abilio Vázquez y Santiago Vázquez. El
conflicto debió solventarse amistosamente tras una visita de patronos y obreros
al gobernador civil, y el periódico El
Castellano imputó la controversia “a las restricciones perturbadoras del
decreto de Términos de 28 de abril”. (8)
(8) Periódico El Castellano, edición de fecha 30 abril-1932.
_____________
(1) Libro de actas del
Ayuntamiento de Gerindote (sesión 16 abril 1931)
(2) Libro de
actas del Ayuntamiento de Gerindote (sesión 27 junio 1931). Existe una hoja
suelta grapada al libro, firmada por el cesante, que recoge la obligada
dimisión.
Testimonio del vecino nonagenario
Eugenio Ruano Camarena: “La mayoría
de los gerindotanos eran de izquierdas y no querían a un alcalde de derechas.
Todo culminó un día en el que un gran número de personas, en tono poco
pacífico, se concentraron en la casa que el alcalde monárquico tenía en la
misma plaza. Salió asustado de su domicilio y personalmente entregó el bastón
de mando a los cabecillas de la manifestación. Después fue a firmar su dimisión
al Ayuntamiento”. Entrevista realizada el 26 de mayo de 2009.
(3) Esta frase pronunciada
repetidas veces por Eduardo Díaz Prieto, acuñada en la memoria de las personas
más ancianas de la villa, ha sido transmitida por éstas a sucesivas
generaciones.
(4) GONZÁLEZ CALLEJA,
Eduardo. Pregón de Fiestas de Gerindote. Año 2004.
(5) Libro de actas del Ayuntamiento
de Gerindote. Existen varias
observaciones, transcritas al libro de actas por el citado secretario, en la
que sugería a los miembros de la Corporación que deberían diferenciar las
competencias de ésta y las atribuidas a la Casa del Pueblo.(sesiones 25 noviembre
1931; 14 de mayo de 1932).
(6) Periódico El Castellano, edición de fecha 26 septiembre 1933.
(7) Testimonio
de María Robles: “ Los huelguistas hicieron un pasillo a mi novio Pedro y su hermano
hasta las afueras del pueblo, camino del cuartel de Torrijos. Los detenidos
iban esposados y acompañados por un cabo de la Benemérita, llamado Bonache,
recibiendo insultos. Pero como éste guardia era amigo de mi novio, le dijo:
“¡Pedro, si se lanzan a por ti, quítame la pistola! Una vez celebrado el
juicio, fueron condenados a indemnizar al herido y una pena accesoria”.
Entrevista realizada el 16 de junio de 2009.
(8) Periódico El Castellano, edición de fecha 30 abril-1932.
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