Este blog nace para contar la historia de los pueblos de la comarca de Torrijos a través de imágenes y microrelatos.

lunes, 1 de abril de 2019

FIN DE LA GUERRA. SANTA OLALLA.

Prisioneros. Foto tomada de la Biblioteca Nacional de Madrid.



FINAL DE LA GUERRA- 

La mayoría de los soldados republicanos derrotados volvieron a sus casas, creyendo que no habría represalias. Franco advirtió que solo serían juzgados los implicados en delitos de sangre, pero lo cierto es que nada más llegar a sus pueblos, gran parte de los derrotados fueron recluidos en cárceles municipales (escuelas, conventos, viejas fábricas o almacenes); después serían trasladados a las prisiones provinciales. Así lo narró en su libro autobiográfico el santaolllaero Vicente González Gómez, soldado del Ejército republicano y después cabo de la Guardia Civil en la posguerra, tras su regreso a Santa Olalla en aquel año de 1939:

            Al llegar a la estación de ferrocarril de Carmena comprobé que estaba patrullada por falangistas. Como tenía la conciencia tranquila, no tuve miedo; aunque venía de perder la contienda en el otro bando. Caminé los seis kilómetros que separan el apeadero de Santa Olalla y sentí una profunda nostalgia cuando pasé por la puerta del cementerio. Al llegar a casa me encontré con toda mi familia y nos fundimos en un abrazo. Los primeros meses no pude trabajar porque estaba enfermo con anemia y tuberculosis, pero mi primo Serapio me ayudó y sobreviví con la caza furtiva en el campo. El recibimiento que nos hicieron en el cuartel de la Guardia Civil de Santa Olalla, tanto a mi amigo Teodoro, El Sabido, como a mí, fue poco afectuoso: "¿Venís aquí para que os firmemos un papelito de antecedentes de buenos chicos cuando sois más malos que Judas?", nos dijo malhumorado el cabo de la Benemérita cuando les solicitamos un certificado de antecedentes penales para ingresar en el ejército de la Nueva España. Todo acabó en una gran paliza a mi compañero Teodoro, sin motivo alguno, que le obligó a guardar cama durante algunos días. Como éste había simpatizado con los rojos, aunque era muy buena persona, no le entregaron el documento que buscaba. En cambio, yo sí lo recibí porque mi familia nunca estuvo significada políticamente. Pero como no me pareció ético lo que acababa de ocurrir, no utilice el documento de buena conducta para enrolarme en el ejército y esperé unos meses más para acudir por mi quinta”. (1)

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