Alejandro Arroyo. |
Testimonio de Alejandro Arroyo Pérez (1921-1999)
Mi padre, Manuel Arroyo, fue el primer alcalde republicano de Santa Olalla en 1931: cuando llegó la república todos se tuvieron que aclimatar al nuevo régimen y mi padre fue uno de tantos. Se afilió a un partido moderado de izquierdas para poder gobernar el Ayuntamiento, con la ayuda de la familia Sacristán: Quintín Sacristán y él eran muy amigos al inicio del nuevo régimen, pero luego se fueron alejando por discrepancias económicas surgidas en la compra conjunta de la finca Salamanquilla y que no quiero desvelar aquí.
Quintín Sacristán y Manuel Arroyo, desde el mismo partido de izquierdas, revolucionaron el pueblo de Santa Olalla en los primeros meses de república: enfrente, como enemigos políticos, la familia Hierro y el líder del PSOE, Lorenzo Navarro (último alcalde en 1936). Pero quien se “comía todos los marrones era mi padre”. Cuando estalló la guerra mi progenitor fue juzgado por los tribunales militares franquistas, al mismo tiempo que Quintín, su socio y amigo, se marchaba a Portugal huyendo de las milicias republicanas.
Mi padre siempre recordó la mala suerte que tuvo. Sin apenas tiempo de haberse proclamado alcalde, el día 20 de junio de 1931, ocurrieron unos sucesos bajo su mandato que le marcaron para siempre, aunque no tuviera culpa alguna. Una camioneta de transporte, cargada de pellejos con vino, “circulaba a una velocidad excesiva”, embistió accidentalemte contra una manifestación pacífica con más de 600 vecinos. Los hechos trascendieron a la prensa nacional porque los manifestantes mataron a golpes al conductor del vehículo y hubo muchos heridos. Entre tanta confusión, en los primeros momentos se pensó que había sido un atentado provocado por las fuerzas monárquicas de la villa, es decir, por la familia Hierro. Y en pocas horas que comprobó que fue un accidente de tráfico más.
Y después de terminar la guerra sufrió varios años de cárcel, hasta 1944, sin saber el motivo, cuando los que ganaron la guerra conocían con certeza que mi padre dejó la política activa en el año 1934 e hizo campaña en contra del Frente Popular en la elecciones de febrero de 1936. Pero en nuestra familia todos sabíamos que nuestra propia tía lejana, Piedad Hierro Arroyo, fue la encargada de interponer la primera denuncia contra mi padre: llevaban años de disputas familiares por unas fincas. Ocurría que habían asesinado injustamente a muchos miembros de la familia Hierro y la palabra de un familar de "caido" se hacía valer mucho ante los tribunales.
Mi padre siempre recordó la mala suerte que tuvo. Sin apenas tiempo de haberse proclamado alcalde, el día 20 de junio de 1931, ocurrieron unos sucesos bajo su mandato que le marcaron para siempre, aunque no tuviera culpa alguna. Una camioneta de transporte, cargada de pellejos con vino, “circulaba a una velocidad excesiva”, embistió accidentalemte contra una manifestación pacífica con más de 600 vecinos. Los hechos trascendieron a la prensa nacional porque los manifestantes mataron a golpes al conductor del vehículo y hubo muchos heridos. Entre tanta confusión, en los primeros momentos se pensó que había sido un atentado provocado por las fuerzas monárquicas de la villa, es decir, por la familia Hierro. Y en pocas horas que comprobó que fue un accidente de tráfico más.
Y después de terminar la guerra sufrió varios años de cárcel, hasta 1944, sin saber el motivo, cuando los que ganaron la guerra conocían con certeza que mi padre dejó la política activa en el año 1934 e hizo campaña en contra del Frente Popular en la elecciones de febrero de 1936. Pero en nuestra familia todos sabíamos que nuestra propia tía lejana, Piedad Hierro Arroyo, fue la encargada de interponer la primera denuncia contra mi padre: llevaban años de disputas familiares por unas fincas. Ocurría que habían asesinado injustamente a muchos miembros de la familia Hierro y la palabra de un familar de "caido" se hacía valer mucho ante los tribunales.
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