Portada del libro del que hemos transcrito esta artículo. |
LOS ÚLTIMOS DÍAS DEL LOBO DE CARMENA.
En la primavera de 1941, Santa Olalla y Carmena vivieron un gran estado de alarma que terminó con la detención de Antonino Fernández Alonso, El Lobo de Carmena. Éste fue un guerrillero
que lideró su partida en los Montes de Toledo tras finalizar
la guerra civil.
A este vecino de Carmena, el final de la contienda le sorprendió en Extremadura, ya
que su Brigada fue enviada a dicho frente. Posteriormente sería
detenido en el campo de concentración de
Castuera (Badajoz), del que se fugó en dos ocasiones, sin mucho esfuerzo. Después anduvo escondido unos meses hasta adentrarse en los Montes de Toledo.
Aquí, ya en la montaña, se integró en las partidas de Eugenio Sánchez, El Rubio de Navahermosa, y de Valentín Gil Valiente, El Chato de La Puebla.
Las últimas semanas de vida de este
guerrillero fueron muy intensas porque tras la muerte de estos dos compañeros antes citados, El Lobo les sustituyó
en su jefatura y quebrantó uno de los postulados básico de la guerrilla, que era el de evitar muertes innecesarias. Y así, en tan solo unos días, éste huido
acabó con dos miembros de la Benemérita en Menasalbas (Toledo) y con el guarda
de la finca La Zarzuela, Agabio Moreno Ortiz, primer alcalde franquista de
Escalonilla, ocurrida el 4 de marzo de 1941, en término de Carmena (Toledo).
Estas tres muertes serían las únicas perpetradas hasta la fecha por la
guerrilla en los Montes de Toledo después de permanecer dos años en la sierra.
Desde que El Lobo de Carmena, de manera
incomprensible, diera muerte
al guarda de la finca La Zarzuela, los guerrilleros de la comarca sufrieron su
mayor acoso desde el final de la guerra.
Al mando de las operaciones para detener al guerrillero estaba el coronel de la Guardia Civil, Enrique Pastor Rodríguez, junto con dos capitanes, el teniente Vicente Villarrubia Carrillo, conocedor del terreno. Una tropa de 60 hombres emprendió la batida definitiva para capturar al huido más perseguido de la provincia de Toledo.
Al mando de las operaciones para detener al guerrillero estaba el coronel de la Guardia Civil, Enrique Pastor Rodríguez, junto con dos capitanes, el teniente Vicente Villarrubia Carrillo, conocedor del terreno. Una tropa de 60 hombres emprendió la batida definitiva para capturar al huido más perseguido de la provincia de Toledo.
Los citados mandos de la Benemérita trazaron
un gran círculo imaginario, de más de 20 km de diámetro, en el mapa de la
comarca más próximo a Santa Olalla-Carmena, para que sus hombres le fueran
cerrando palmo a palmo. Sabían que nadie ofrecería casa y alojamiento al huido
porque toda la población estaba alertada y existía una gran psicosis con los
habitantes que decían haber visto al huido.
Al llegar a la
estación de ferrocarril de Santa Olalla-Carmena, el día 21 de abril de 1941, El Lobo hirió de bala al cabo de
caballería Gregorio Fernández Guadamur. Fue un alarde o exhibición de puntería,
realizado en presencia de dos jornaleros de su pueblo, que el propio herido
contaba así:
“Cabalgaba próximo a la finca El
Tapuelo, y en una pequeña casa de campo avisté a tres labriegos arando con una
yunta de mulas. Me acerqué a preguntarles si habían visto al Lobo, cuando de
pronto, éste salió de su escondite y dijo, ¡aquí estoy!. Disparó sobre mí sin
mediar palabra hiriéndome en una pierna. Mi caballo se desbocó y no pude
controlarlo hasta 1 km después, pero antes El Lobo ya se apropió de mi
carabina que había caído al suelo”.
También, en esos días de
fuga desesperada y alocada, intentó dar muerte a otro paisano falangista,
Ricardo Maroto. Viajaba en tren desde Madrid a Carmena, pero advertido por unos
amigos del peligro que corría si llegaba a su destino, se apeó en Torrijos.
Días antes, asaltó a otro paisano que se encontraba arando, con el único fin de
alimentarse. Aunque le advirtió que silenciera su aparición, el labrador corrió
presuroso a contarlo a la plaza del pueblo, donde se formó un gran revuelo.
El guerrillero de
Carmena buscaba ayuda de un camarada que vivía en Hormigos y trabajaba como
jornalero para el sacristán de esta villa. La Guardia Civil fue alertada por el
sacristán de aquella localidad de que el hombre más buscado de la provincia
pernoctaba en su casa. Fue apresado mientras dormía. El jefe de las operaciones
de su detención, el coronel Enrique Pastor Rodríguez, lo redactaba así en su
informe:
“Ha sido
muy difícil su detención, porque seguía la táctica de permanecer escondido
durante el día y avanzar con la oscuridad de la noche. Pero después de tener
conocimiento de la muerte de los dos guardias civiles en Menasalbas, sabíamos
que volvería a Carmena. Por ello, tras la última agresión del día 21 de abril,
planifiqué la formación de una bolsa o circulo imaginario. Así, en las
estaciones de ferrocarril de Erustes y Santa Olalla dejé 5 hombres en cada una;
8 efectivos en Escalona, otros 6 en Almorox, más en Paredes, Hormigos y El
Casar de Escalona. Pero el día 24 de abril fue localizada su presencia en la
población de Hormigos. Ordené derribar la puerta de la casa en la que
encontraba y, un capitán y seis elementos de tropa, detuvieron al Lobo sin
resistencia alguna. Se le incautó un mosquetón Mauser, una pistola Sthmeisser,
con mucha munición, para ser conducido al ayuntamiento de Hormigos, donde se
reconoció culpable, sin presión alguna. Después fue conducido a la prisión de
Santa Olalla, pero como intentó darse a la fuga ordené disparar, causándole la
muerte”.
Sin embargo,
existe otra versión diferente a la anterior en cuanto a los últimos momentos de
la vida del guerrillero Antonino Fernández. El día 26 de abril de 1941, fue
conducido por la Guardia Civil al lugar donde había soterrado las armas que
tomara, semanas atrás, en la finca La Zarzuela. A las ocho de la mañana del mismo día, en aquel paraje próximo a
Santa Olalla, el Ventorro del tío Virique,
fue tiroteado por miembros de la Benemérita aplicándole la ley de Fugas. (1)
El nombre de El Lobo era Antonino Fernández Alonso.
ResponderEliminarEn algún libro sobre el maquis aparece como Antonio e incluso como Antolín. Pero, repito, su nombre era Antonino.
Me parece exagerado decir que "miles..." se refugiaron en las montañas nada más finalizar la guerra...
Los nacionales habían toma do esa zona ya en el verano del 36, así que no tiene sentido decir que huyeron al final de la guerra. Al contrario, habría que decir que no huyeron, sino que volvieron a su casa a seguir luchando o a cumplir algún objetivo que se habrían propuesto.
No creo que en los Montes de Toledo fuesen miles, probablemente fuesen sólo alguna decenas.
Un episodio más dentro de aquella inmensa tragedia colectiva.
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